Por Fernando Tovar
El ángel y el demonio, la bella y la bestia; Hyde y Jekyll; son los extremos de la naturaleza humana y son atributos del bien, la práctica de las artes, como una forma de desarrollarlos. De esta manera, nacemos los hombres con el instinto bélico, que es canalizado a través de las artes marciales.
El siglo pasado fue la mas cruel expresión de tal naturaleza con la primera y segunda guerras, donde se usaron armas sofisticadas como la aviación y la bomba atómica; habiéndonos dejado a los sobrevivientes aterrados de los límites a los que podemos llegar.
Pero que es lo que provoca las guerras sino un patriotismo absurdo que nos despierta el sentimiento de superioridad ante otras culturas; beneficiando únicamente a los negociantes de armas, que aunque ante la aparente paz mundial actual, venden su mercancía a grupos delictivos, terroristas u otros, siguen enriqueciendo sus bolsillos.
Lo que podemos hacer, es alejar a los niños de que la guerra es una aventura placentera, digna de invocar en los juegos, por lo que deberemos enseñarles que es el acto masivo más absurdo y salvaje de nuestra naturaleza, que nos mantiene al nivel de bestias.
Es importante saber defenderse con la mentalidad de respetar a nuestros semejantes; es decir saber controlar impulsos, a través de la práctica de las artes marciales, o al menos de cualquier otra arte, que estimule la expresión del espíritu creativo, como medicina que nos ayude a desplazar a la bestia.
El ángel y el demonio, la bella y la bestia; Hyde y Jekyll; son los extremos de la naturaleza humana y son atributos del bien, la práctica de las artes, como una forma de desarrollarlos. De esta manera, nacemos los hombres con el instinto bélico, que es canalizado a través de las artes marciales.
El siglo pasado fue la mas cruel expresión de tal naturaleza con la primera y segunda guerras, donde se usaron armas sofisticadas como la aviación y la bomba atómica; habiéndonos dejado a los sobrevivientes aterrados de los límites a los que podemos llegar.
Pero que es lo que provoca las guerras sino un patriotismo absurdo que nos despierta el sentimiento de superioridad ante otras culturas; beneficiando únicamente a los negociantes de armas, que aunque ante la aparente paz mundial actual, venden su mercancía a grupos delictivos, terroristas u otros, siguen enriqueciendo sus bolsillos.
Lo que podemos hacer, es alejar a los niños de que la guerra es una aventura placentera, digna de invocar en los juegos, por lo que deberemos enseñarles que es el acto masivo más absurdo y salvaje de nuestra naturaleza, que nos mantiene al nivel de bestias.
Es importante saber defenderse con la mentalidad de respetar a nuestros semejantes; es decir saber controlar impulsos, a través de la práctica de las artes marciales, o al menos de cualquier otra arte, que estimule la expresión del espíritu creativo, como medicina que nos ayude a desplazar a la bestia.
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